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Gastone Redetti

Queridos lectores...

Artículo desde la revista Miopia n.17, Junio 1993, traducido al casi-castellano para todos y todas l@s amig@s con que se habló del tema.

 

Sí, “lectores” aquí quiere decir sólo “lectores” y nada más, y no “lectores y lectoras”.

Queridos lectores hombres, el hecho de que ese “lectores” resulte ambiguo, de que tenga función – como dice la filósofa Luce Irigaray – de “falso neutro” (ya que puede incluir tanto a los hombres como a las mujeres, sin que se sepa a ciencia cierta si las mujeres están o no incluidas), nos lleva al corazón el problema.

La evolución del Hombre
La evolución del Hombre
(link de:www.notizie.it)

De echo el público de Miopía se está volviendo en su mayoría femenino, las nuevas suscriptoras son casi exclusivamente mujeres y – a juzgar de los cuestionarios que recibimos de vuelta – se puede adivinar cierto embarazo incluso entre nuestros lectores hombres más antiguos y aficionados.

Ha habido entonces un cambio en la política de la revista, tal como para provocar una reacción del público masculino? A ver: la orientación feminista y la atención a la actual cultura de las mujeres no son ninguna novedad, todo eso ya estaba claro desde los primeros números de la revista. Tampoco, me parece, sobrevino un sucesivo “separatismo”: Miopía era y queda un lugar de discusión para ambos sexos. Qué hay entonces de nuevo?

Puede que lo que desconcierta sea un uso diverso del lenguaje. Por ejemplo en los artículos y las reseñas escritas por mujeres, es posible ahora encontrar el femenino plural, un “nosotras” que incluye también personas de sexo masculino.

No somos dogmáticos/dogmáticas de la “doble escritura”, no hemos prometido obedecer a reglas gramaticales dictadas por el pensamiento feminista, pero la discusión sobre el carácter sexuado del lenguaje nos ha influenciado mucho. Por ejemplo, personalmente se me ha hecho imposible referirme a mujeres escribiendo “la Anselmi”, “la Woolf” etc, y me he acostumbrado a escribir sólo el apellido o el nombre y apellido, omitiendo ese “la” que hace algún tiempo subrayaba odiosamente, en los medios, la excepcionalidad de una presencia pública femenina. […]

No hemos eliminado el masculino “neutro” plural así como así, todavía lo usamos, pero cada vez lo hacemos tenemos conciencia de su ambigüedad. Y preferimos evitarlo.

Queridísimos lectores, cómo puedo convencerles que no se trata de nimiedades, de cuestiones irrelevantes o puramente formales? Después de un reciente referéndum, el más importante periódico de la izquierda titulaba, comentando el resultado, “Los italianos...”. Ahora no me acuerdo qué decía ese periódico sobre el cambio querido por “los italianos”. Sin embargo todavía me acuerdo que un importante periódico de derecha (Il Giornale) expresaba el mismo concepto con un lenguaje no sexista.

Claro, en teoría “los italianos” en ese caso tienen que ser los italianos y la italianas, pero diciendo “italianos” el pensamiento puede ir a los hombres y a “sus” mujeres, familias etc, que siguen dócilmente.

Cuando en una clase un/una docente habla de la historia “de los hombres”, o “del hombre”, el término puede ser percibido como sexuado (y luego no “universal”), mucho más de lo que solemos pensar. La historia, trámite una trampa lingüística, puede ser entendida como historia del sujeto masculino, historia de varones.

Hasta el apelativo “chicos!” necesita a veces ser explicado, ya que pasa que las chicas pueden no sentirse incluidas en el término. Una profesora me contó el caso de una alumna muy inteligente, aunque con problemas afectivos, que a lo largo de los tres años de colegio se salió con frases como “y nosotras las chicas?” no obstante se le hubiera explicado más de una vez que con “chicos” la profesora se refería a ambos sexos!

Consideremos 100 personas reunidas en un convenio: serán “maestros”, “científicos”, “obreros” ya que haya un solo hombre entre ellas.

Serán “maestras”, “científicas”, “obreras” solo y únicamente si habrán 100 de 100 maestras, científicas, obreras. Y, si como desafortunadamente pasa, un maestro se avergüenza de estar en compañía de 99 maestras, eso es debido, creo, al hecho de encontrarse peligrosamente cerca de ser parte de “un grupo de maestras”.

Concluyendo, queridos lectores, les ruego reflexionar en que injusticia, violencia y consecuente devaluación de sí misma puede ser para las mujeres el uso normal del idioma, el normal uso de “todos” para indicar “todos y todas”.

Acepten ustedes que alguna vez se hable de “todas” incluyendo también a ustedes. Si se sienten excluidos, piensen en cómo tiene que sentirse una mujer que regularmente está en teoría incluida en los “todos” de los medios “para todos”, periódicos, semanales, TV etc. Su inteligencia les dirá, espero, que el “todas” de Miopía no quiere borrarles socialmente, sino sencillamente ponerles delante de un problema.

Si me permiten un consejo, frecuenten los lugares de las mujeres, vayan a escuchar las teóricas del feminismo. Mejor no en los llamados lugares mixtos, que esencialmente son lugares masculinos, sino en las salas donde los hombres son pocos, y donde el pensamiento de las mujeres sale a la luz más libremente. Allá no vamos los hombres para hablar sino para escuchar.

Si el clima es un poco separatista y les miran con cara de poca amiga, descuiden. Si el clima es muy separatista y no les dejan entrar o les echan amablemente de la sala, está bien, porque al menos por una vez uno tiene que probar lo que es la exclusión por el sexo. A mí eso me pasó hace dos años en Bologna, donde hablaba la teóloga feminista norteamericana Mary Daly: yo estaba “acompañado” pero igualmente no he podido entrar. Sufrí un poco porque allá, para mí, había en ese momento el centro del mundo. Y tenía que alejarme. No obstante fue una experiencia que me hizo mucho reflexionar.

Gastone Redetti

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